Plena Inclusión Madrid

Ainhoa Puebla, voluntaria: “Me gusta hacer la compra para quienes no deben salir de casa»

Ainhoa Puebla tiene discapacidad intelectual y trabaja en el centro especial de empleo de Envera.

Ahora es voluntaria y lleva la comprar a familias de Guadalix de la Sierra que no pueden salir de casa por el coronavirus.

Ainhoa también ha sido voluntaria con niños enfermos de cáncer en el Hospital de La Paz antes del confinamiento.

Nos cuenta su experiencia como voluntaria y su satisfacción por ayudar a los demás.

La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 y las limitaciones que conllevan las medidas de prevención han puesto de relieve el valor del voluntariado como apoyo para las personas más desfavorecidos. En otras ocasiones ya hemos destacado el papel de los voluntarios y las voluntarias que acompañan a las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, pero en esta ocasión queremos contar la historia de Ainhoa Pueblo, voluntaria en el ayuntamiento de Guadalix de la Sierra.

Ainhoa es empleada en la lavandería del CEE de Envera en San Fernando de Henares (Madrid) y tiene discapacidad intelectual. A sus 38 años, ya sabía lo que era prestar su apoyo como voluntaria y con la crisis del coronavirus no ha dudado en ponerse a disposición de las personas que lo necesitan. Desde el primer día del estado de alarma, se ocupa de hacer la comprar para las familias y personas mayores o enfermas que no pueden o deben romper su confinamiento.

«Desde el Ayuntamiento me llaman, me dicen lo que debo recoger en el supermercado y lo llevo a las distintas casas», explica Ainhoa, que suele colaborar con cinco familias. «Es una alegría poder darles esta atención y ellos están muy agradecidos. Para mí es fenomenal echar una mano y para ellos es muy importante no salir de casa».

Voluntaria con experiencia

Para ella el voluntariado no es algo desconocido. Durante más de tres años ha formado parte de un grupo de voluntarios del Servicio de Oncología Pediátrica del Hospital Universitario de la Paz. En este caso, su labor era “jugar con los niños ingresados, entretenerles un rato, en una sala común o en sus habitaciones, y que los papás también pudieran tener un momento de respiro para tomar un café o dar una vuelta».

Ainhoa reconoce que este tipo de voluntariado no es sencillo, pero asegura que a ella le compensa. «El primer día que fui mi madre me dijo: ¿tú sabes dónde te metes? Y volví encantada de la vida. ¿Cómo no estar feliz animando a esos padres y a esos niños que están deseando ver a alguien distinto, a alguien que les entretenga?», señala, aunque también reconoce haber vivido momentos muy duros con algunos menores.

«La gran pena que me llevo es la pena de cuando no puedes hacer más”, afirma.

Además de trabajadora y voluntaria, Ainhoa es deportista del Club Ícaro Envera, con el que ha protagonizado algunos de los episodios más brillantes del deporte inclusivo, es un ejemplo de superación y de solidaridad. 

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