“Las personas con discapacidad forman parte de toda comunidad, en todas las partes del mundo. Desgraciadamente, las personas con discapacidad son las que tienen un menor acceso a servicios de agua y saneamiento, lo que contribuye a su aislamiento, mala salud y pobreza. Pero la mayoría de las personas con discapacidad no necesitan de facilidades especiales, sino que sus necesidades se pueden cubrir con los servicios ordinarios pero “repensados”, con pequeños ajustes … que benefician a toda la comunidad.” Del libro Agua Y Saneamiento Para Las Personas Con Discapacidad Y Otros Grupos Vulnerables. Hazel Jones y Bob Reed
En 2010 las Naciones Unidas reconocieron el acceso al agua potable y saneamiento como un derecho humano. A los que abrimos un grifo todos los días y hasta se nos olvida cerrarlo, dejando el agua correr; o a los que no nos sorprende ver una casa con varios baños para una sola familia, se nos puede olvidar el impacto que tienen el agua potable y el saneamiento en nuestras vidas. Se considera que uno tiene acceso a agua si tiene suficiente cantidad para consumo individual, para uso doméstico (para cocinar, para lavar, etc) y para uso productivo (para regar el huerto, para el negocio etc). Por otra parte, para poder decir que uno tiene acceso a saneamiento tiene que tener un lugar seguro, saludable y con privacidad en el que hacer “las necesidades “ (un wáter por ejemplo), un lugar donde ducharse , o un lavabo, y en el caso particular de las mujeres, donde poder asearse en los días de la menstruación. Sin embargo, todas estas acciones fundamentales para la dignidad y la salud de las personas no están al alcance de todos. Y una vez más, las personas con discapacidad, y más aun con discapacidad intelectual, suelen estar entre las personas más marginadas y con mayores dificultades para el acceso a servicios públicos y derechos básicos, principalmente en países o comunidades de renta baja.
Si bien los Objetivos del Milenio contemplaban como meta reducir a la mitad la proporción de la población que carece de acceso a agua potable y saneamiento, todavía se estima que unos 2.600 millones de personas están excluidas. ¿Quién forma parte de este grupo de personas? Poca duda cabe que entre ellos se encuentran personas con discapacidad, para los que las intervenciones generales que no tienen en cuenta sus necesidades particulares posiblemente no van a suponer una solución. Personas en sillas de ruedas que no tienen cómo acceder a las infraestructuras creadas para los baños públicos; mujeres con poca movilidad que no tienen cómo extraer agua del pozo ni transportarla de vuelta al poblado (cuando en algunas comunidades el valor de una mujer depende gran parte de la cantidad de agua que pueda traer); personas con discapacidad intelectual, posiblemente estigmatizados, a los que no se les permite el acceso a lugares públicos por lo que no tienen posibilidad de ducharse o mantener un grado mínimo de limpieza y dignidad. Estos son sólo algunos de los problemas, identificados por la organización InclusiveWash, con los que las personas con discapacidad se encuentran en países en vías de desarrollo, en los que acceder a agua potable y saneamiento puede ser un reto de por si, y un “imposible” para personas con discapacidad .
Adaptar los baños y las estructuras de extracción de agua para las personas con discapacidad supone un coste extra, menor que los costes y consecuencias de no hacerlo, especialmente si se hace desde el comienzo del diseño de la infraestructura. La misma tecnología puede ser usada pero con un diseño universal. Una solución integral ofrecería rehabilitación y las herramientas necesarias para mejorar la movilidad de la persona; adaptar el acceso a los baños públicos y privados, y a las fuentes de agua; y un cambio en la actitud de los demás ciudadanos, aceptando y exigiendo que las personas con discapacidad puedan asearse en condiciones similares a los demás, y puedan obtener agua potable. De lo contrario, la persona con discapacidad muy probablemente se ensucie al ir al baño, y no pueda asearse, lo que produce un mayor rechazo de la sociedad, baja autoestima, y enfermedades. Esto a su vez tiene consecuencias sobre la familia, que tiene que invertir tiempo en ayudar a su familiar con discapacidad, dejando menos tiempo para actividades productivas o el descanso. Además, los niños dejan de ir a la escuela si los baños no están adaptados ya que no pueden ir al servicio. En definitiva, tener en cuenta a las personas con discapacidad en el diseño de infraestructura de agua y saneamiento es fundamental para asegurar que es un derecho humano para todos, y que el círculo de pobreza no se refuerza. Además, adaptar los servicios de agua y saneamiento a las personas con discapacidad beneficia también a otros miembros de la comunidad, como a ancianos, niños, mujeres embarazadas, personas heridas, y cualquiera que tenga una limitado movimiento y fuerza por otras razones.
Soluciones como poner las bombas de agua a ras de suelo, para que las personas en silla de ruedas puedan acceder; incluir rampas en las entradas a las letrinas; hacerlas lo suficientemente amplias para que sillas de ruedas puedan girar; un cambio en la superficie del suelo al llegar a la letrina o a la bomba de agua para avisar de su cercanía a las personas de visibilidad reducida; poner apoyos o manillas en los retretes para poder sujetarse… son soluciones muy simples y de bajo coste que pueden tener un gran impacto en la comunidad y en la vida de las personas con discapacidad física e intelectual. De esta forma se estaría cumpliendo con lo que dicen las Naciones Unidas, que “los principios de no discriminación e igualdad reconocen que las personas enfrentan diferentes obstáculos y experimentan distintas necesidades, ya sea debido a sus características inherentes o como resultado de prácticas discriminatorias, y por lo tanto requieren un apoyo y tratamiento diferenciado”.
Cristina López Mayher, Técnico Comercial y Economista del Estado, con un máster en Gestión del Desarrollo Internacional por la American University (Washington DC).