Plena Inclusión Madrid

Las puertas sólo están medio abiertas a una educación para todos

La desigualdad en la educación sigue siendo  un problema en todos los países, y la discriminación sigue permeando colegios y sistemas educativos. Para cerrar brechas es esencial sensibilizar a profesores y gestores de la educación sobre la importancia de una educación inclusiva. Igualmente, es vital proveerlos de herramientas prácticas para que analicen su situación y así aseguren que todo niño va al colegio, aprendiendo al máximo de su capacidad, asegurando la equidad en el aula, en el material de aprendizaje, y en la enseñanza, los procesos educativos, políticas de los colegios, y en el monitoreo y evaluación de resultados.
UNESCO 2015

Todos los padres desean un futuro brillante para sus hijos. Por eso se focalizan tanto en que los hijos estudien y saquen buenas notas en el colegio, porque saben lo importante que es una buena educación para un futuro más prometedor.

La educación no sólo da títulos, si no que permite aprender a razonar, relacionar conceptos, hacer las preguntas adecuadas, y un sin fin de cualidades importantes para el desarrollo profesional y personal de una persona. Esto no cambia cuando el hijo tiene discapacidad, sea intelectual o física. La educación sigue siendo fundamental para su futuro, y para su presente.

En estos casos no es sólo la pereza típica del estudiante lo que se puede interponer entre el joven y el título académico, si no que aún cuando el esfuerzo para aprender la lección sea máximo, resulta que el sistema no reconoce el esfuerzo y niega otorgar un título oficial, o directamente no existe la opción de continuar los estudios. En muchos países, la mayoría posiblemente, si tienes discapacidad se te cierran las puertas para seguir formándote, aunque quieras y puedas seguir aprendiendo.

Para abrir las puertas de la educación a todos por igual es necesario trabajar por una educación inclusiva. ¿Qué significa esto? Siguiendo el documento “Igualdad de Derechos, Igualdad de Oportunidades. La educación inclusiva para niños con discapacidad”,  se consigue una educación inclusiva cuando todos los niños y jóvenes acuden a la escuela de su localidad y aprenden juntos el mismo material con libros y herramientas que permiten que todos sigan la lección y aprendan a su ritmo. En definitiva, es el entorno educacional el que se adapta a los alumnos para no dejar a ninguno fuera.

Además, el aula se convierte en un verdadero espejo de la sociedad, en el que las personas tienen diferentes capacidades  y formas de ser, expresarse y aprender. Y de esta manera los alumnos (con y sin discapacidad) no sólo se forman académicamente sino que también aprenden a socializarse con todos los ciudadanos de su localidad. De una educación inclusiva surge una sociedad en la que la diversidad, y dentro de ella la discapacidad, es algo normal y conocido porque se creció en una escuela que así lo mostraba.

Esto que suena tan lógico es en realidad complicado de conseguir, y de ahí que no se haya alcanzado plenamente en casi ningún país.  Es fundamental empezar por cambiar la legislación para que la educación sea obligatoria para todos, sin exclusiones. Pero se ha demostrado que eso no es suficiente.

Este mismo mes, La Nación presentaba el caso de Alan, un joven de Buenos Aires que después de cursar toda la secundaria se encuentra con que el colegio no le da el título oficial porque no reconoce la versión adaptada del material. Es decir, se hizo el esfuerzo de adaptar el programa, Alan estudió y aprobó todas las asignaturas, y ahora no puede continuar con el estudio superior porque no tiene título oficial de secundaria.

Parece que el problema principal está en la propia ley; si bien la legislación de Argentina está adaptada para reflejar la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, y las escuelas deben adecuar la educación para las personas con discapacidad, el título oficial sólo se otorga si se aprueba el material mínimo oficial y no el adaptado. Por lo tanto, la realidad es que el estudiante con discapacidad queda “oficialmente excluido”.  La familia de Alan junto con organizaciones en Argentina están peleando para que esto cambie.

En Chile, que está en plena reforma de educación, saben que los esfuerzos no deben darse sólo en los colegios, si no también en la educación superior. Las universidades deben prepararse para que los alumnos con discapacidad también puedan seguir formándose.

Sin embargo, las universidades chilenas son independientes y libres de decidir si aceptan alumnos con discapacidad, y hasta dónde llegan las acciones para la verdadera inclusión. Esto es así a pesar de haber una ley general que establece que las instituciones deben incorporar las  innovaciones necesarias para permitir y facilitar  a las personas con discapacidad el acceso a cursos.

Para ello se dispone además de recursos económicos a través del Servicio Nacional de la Discapacidad, pero para acceder a estos fondos hay que hacer una propuesta cada año, con el tiempo y esfuerzo que supone, sin garantías de recibir los fondos. El apoyo económico para las escuelas y los alumnos no es necesario un solo año, si no durante toda la vida escolar del alumno, y para cada alumno.

Vistas las dificultades para acceder a la educación, en Chile se ha creado la fundación Mis Talentos, que trabaja proponiendo reformas políticas, difundiendo el impacto de la educación inclusiva en todos los alumnos, y apoyando a aquellas instituciones que quieran ofrecer educación a todos. Y es que, según esta organización, uno de cada cinco niños en Chile tiene necesidades educativas especiales, temporales o permanentes. Si las escuelas no se adaptan a la realidad de sus alumnos entonces no se logrará una sociedad educada, con los problemas que eso conlleva.

El reto no es sólo conseguir que las puertas se abran para los estudiantes con discapacidad.  Faltan también estrategias para que se queden, progresen, y aprendan junto a los compañeros, y puedan alcanzar los títulos por los que se esfuerzan. Para que haya un cambio con impacto, un cambio que llegue de verdad a los estudiantes con discapacidad, hacen falta recursos (asignación de dinero público, profesionales de apoyo, formación al profesorado regular, adaptación de materiales) y hacen falta números.

Sin estadísticas, sin información sobre cuántos niños y jóvenes están dejando de ir a la escuela, o van pero no aprenden porque no se les enseña, sin saber cómo de complejo es el problema, no es posible ofrecer una solución eficaz, ni eficiente. Esta falta de datos sobre la realidad de los estudiantes (o los que dejan de serlo por las barreras y faltas de oportunidades), está presente en muchos países. Y por ello los gobiernos no son conscientes de quién está viendo violado su derecho a la educación, ni están viendo que esto aumenta el número de dependientes, disminuye la oferta de profesionales, incrementa los problemas de salud mental por aislamiento, entre otras tantas consecuencias sobre la sociedad y la economía.

No vale con entreabrir las puertas a la educación, hay que cambiarlas por puertas fáciles de abrir por todos, con independencia de las capacidades físicas e intelectuales, y que al entrar por fin en escuelas y universidades, todos los alumnos se encuentren con las mismas posibilidades de aprender, examinarse, y lograr los títulos por los que han trabajado.

Cristina López Mayher, Técnico Comercial y Economista del Estado, con un máster en Gestión del Desarrollo Internacional por la American University (Washington DC).

Puedes leer todos los artículos de Cristina L. Mayher en su blog https://desestandarizando.wordpress.com/