Plena Inclusión Madrid

Una primera reflexión: La cámara y la diversidad funcional

Los responsables del proyecto Hazte ver están trabajando por primera vez con personas con discapacidad intelectual. 

Por ese motivo, graban sin filtros. Al ver lo grabado se sorprenden. 

Observan que en algunos momentos, los rostros se normalizan. 

Ese hecho choca con la idea previa respecto a las personas con discapacidad. Con la idea de quienes no tienen contacto cercano con ellos.

Ellos se preguntan: ¿Qué pasa en ese momento?

Luego, reflexionan que cuando creamos la imagen de alguien, caracterizas. Y que cuando percibes esos momentos de normalidad, no nos atrevemos a quitar las etiquetas.

Una primera reflexión importante, al menos para nosotros que no habíamos trabajado antes con una población con estas características, nos la dio la cámara. Siempre decimos que filmamos para ver, para ver mejor, para quedarnos con un momento audiovisual del mundo, para llevarnos a casa, a esa casa que es el programa de montaje, algo de lo que vemos y lo que oímos.

Nos habíamos propuesto mantener una actitud (de cámara) observadora, casi contemplativa. Solo verlos. Verlos bien, para conocerlos. Cuando visionamos el material, nuestra idea visual estereotipada de “la discapacidad intelectual” nos hizo decir ¡mira eso!.

¿Qué era eso? Que, en términos puramente visuales, la apariencia del rostro en los primeros planos, fluctuaba, como la de todos nosotros, pero había muchos instantes en que la habitual alteración del gesto desaparecía.

La cámara construye realidad, por supuesto, ese es su poder. Depende de cómo compongamos el cuadro, la luz y la organización de lo que enfocamos, re-creamos lo que vemos.

Ocurre siempre. No es exclusivo de este proyecto. Cuando uno monta un video y alcanza la mirada fotograma a fotograma, por ejemplo, nuestro rostro no es igual necesariamente de un momento a otro. Hay veces que es curioso el salto de un fotograma al siguiente.

Pero nosotros tenemos, o teníamos,  “la tipificación visual” de cualquier persona que no tiene contacto cercano con alguien con discapacidad intelectual.

Cuando veíamos instantes y gestos que no mostraban alteración, que incluso dejaban vislumbrar ausencia de “discapacidad”, nos preguntamos: ¿Qué pasa en ese instante?  ¿Se interrumpe la dificultad? Siempre a nivel visual, seguimos preguntándonos: si construyéramos el personaje de ese protagonista o esa protagonista solo que momentos de “ausencia de discapacidad”, ¿estaríamos creando (visualmente) una representación falsa o estaríamos haciendo un acto de justicia contra la tipificación visual que solemos tener? ¡La cámara y el montaje pueden ocultar, omitir y hacer desaparecer la “discapacidad”! Es una elección de montaje. Pero ¿para qué haríamos tal cosa?

 

Ana Lozano, coordinadora de Plena Inclusión Madrid, nos decía en una reunión, ante este comentario, algo que la cámara nos revelaba sin ambages: nada es continuo en nosotros, somos multidentitarios, transidentitarios quizá, nadie es continuamente algo, ni en apariencia, ni en gestos, ni en convicciones.

Así que tampoco estábamos descubriendo nada pero seguimos con el desafío de montaje ahí.

Pero al menos nosotros, que estamos entrando en relación “audiovisual” con ellos, y que tenemos una pre-tipificación visual sobre ellos, al ver esto, nos abre a un misterio que seguramente sus familiares y quienes más les conocen, lo verán con mucha frecuencia y posiblemente no les resulta novedoso.

Cuando creamos su imagen, si hacemos hincapié en nombrarlos (visualmente) “discapacitados intelectuales” como categoría social ¿deberíamos pensar que nosotros nos solemos llamar (mostrar visualmente) ¿qué? ¿“capacitados intelectuales”? Si decimos “diversos funcionales”, el resto  nos llamaríamos  ¿cómo? “los idénticos funcionales”.

La cámara siempre ha tenido este poder de desafiarnos cuando se utiliza con profundidad, cuando se convierte en una herramienta para desafiar nuestros tópicos. Eso creo que intentamos hacer los que vamos allí cada jueves a procurar construir una ficción con nuestros 12 participantes.

Y conste que no quiero relativizar la problemática clínica, o el perfil y el día a día complejo que hay detrás de cada uno de nuestros invitados al taller y sus familiares.

Solo nos colocamos a “cámara y micro abierto” ante un grupo de personas que tenemos delante, como siempre lo hacemos.

Pero a uno le entra la duda ante esos instantes de “normalidad visual”.  No nos atrevemos, seguramente, a quitarle la etiqueta de ¡personas! “con discapacidad intelectual” o “diversidad funcional” o como sea la mejor etiqueta que se use. Quizá porque nos rompería demasiado la cabeza que sin la etiqueta solo nos quede “personas” como cualquiera de nosotros.

No tenemos tanto coraje mental y emocional y no pasa nada.  Somos así de “incapacitados”. Solo tenemos que tener mucha paciencia con nosotros mismos y saber que siempre podemos volvernos “capaces” de abrir la mente y la mirada.

PD:

Acabo de recibir en mi móvil un mensaje de Vane y otro de Nico, creo que dicen que tienen una jornada de canoa o algo que les coincide con una sesión.

No les llego a entender bien.

Por eso me gusta escucharlos, porque me obligan a escuchar mejor.

Gerardo Tudurí

Gerardo Tudurí

Fundador de Cine sin Autor y Director Escuela de Cinema Social 2.0. 
Coordina, junto a Chiara Digrandi, el proyecto Hazte Ver, un proyecto de creación colaborativa audiovisual que tiene como objetivo principal convertir a las personas con discapacidad intelectual en agentes de comunicación audiovisual y en creadores audiovisuales.
Forma parte de Más Cultura, Más Inclusión

COMPARTE

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp