En la cárcel de Estremera hay un módulo para personas con discapacidad intelectual o del desarrollo. En este módulo conviven 32 reclusos.
Inés Guerrero y Laura Galindo, profesionales de Plena Inclusión Madrid, nos cuentan cómo han pasado el confinamiento los reclusos.
Inés y Laura aseguran que a los reclusos les preocupaba lo que ocurría fuera de la cárcel.
La atención a estos reclusos por parte de los profesionales ha sido limitada.
Ha habido contacto telefónico y videollamadas.
Ahora, Inés y Laura han podido volver a visitar presencialmente a los reclusos.
Trabajan para aclarar las dudas que ellos tienen sobre la COVID-19.
Las 32 personas que se encuentran en el módulo para internos con discapacidad intelectual o del desarrollo del centro penitenciario de Estremera experimentaron el confinamiento por la COVID-19 con una sensación de doble aislamiento. Al hecho de permanecer en el centro se sumaron la imposibilidad de acudir a sus centros de trabajo o formación dentro del propio centro penitenciario, la interrupción de las visitas de sus familiares y allegados y los obstáculos iniciales para prestarles el apoyo que habitualmente reciben por parte de las profesionales de Plena Inclusión Madrid.
“Los internos están bastante bien para lo que han pasado, en general, y para la atención que ha sido posible prestarles”, explican Inés Guerrero y Laura Galindo, las dos profesionales que suelen acudir al centro de Estremera y que nos cuentan cómo han encontrado a las personas del módulo específico para personas con discapacidad cuando ha sido posible retomar sus visitas.
Al iniciarse el confinamiento la idea era mantener la atención a través de videollamada, pero las dificultades técnicas de trabajar con los medios telemáticos en el ámbito penitenciario impidieron abrir esta vía de comunicación hasta prácticamente dos semanas antes de la ‘nueva normalidad’. Hasta entonces, se trabajó para paliar la incertidumbre de los internos y conocer la situación de cada uno de ellos a través de cartas y con un contacto telefónico limitado.
«La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias ha intentado que las personas con discapacidad intelectual no quedaran especialmente aisladas”, explican Laura e Inés. Por eso, llegado el momento, se priorizaron las videollamadas de quienes recibían atención por parte de una entidad de acción social.
Permisos aplazados
En cualquier caso, ambas profesionales coinciden en que los internos “no han notado tanto el cambio dentro”, aunque sí les ha generado incertidumbre lo que ocurría fuera y también la modificación de la rutina y la imposibilidad de recibir la atención habitual. “Muchos incluso tenían beneficios penitenciarios concedidos que prefirieron retrasar porque iba a ser peor la vuelta”, ya que era necesario, a su regreso, a pasar un periodo de cuarentena en un módulo distinto al suyo.
En esta tranquilidad ha influido que no ha habido casos de contagios graves entre los familiares de ninguno de los internos y que la comunicación telefónica con las familias sí ha sido regular desde las primeras semanas del estado de alarma.
La interrupción de la rutina, en cualquier caso, ha generado “situaciones más complejas que nunca” entre internos con discapacidad intelectual o del desarrollo. “No ha podido haber un seguimiento técnico ni un acompañamiento en el día a día», explican Inés y Laura, quienes puntualizan que aquellos con quienes se pudo mantener un contacto telefónico más frecuente han tenido menos problemas.
Aclarar dudas sobre la COVID-19
Sobre la planificación de la atención a partir de este momento, la prioridad ha sido recoger su estado de ánimo y adecuar la atención individual a cada uno de los internos. “Aún no hemos abordado el futuro con ellos. El primer día tenían muchas ganas de contarnos cómo estaban y cómo se sentían. Ahora tenemos que recoger todo eso y colocar lo que ha pasado”, aseguran.
En ese sentido, una de las labores principales será hablar sobre la COVID-19 para racionalizar toda la sobreinformación que han obtenido hasta el momento a través de los medios de comunicación. Aunque se les trasladó información sobre el coronavirus en lectura fácil durante el confinamiento, es necesario resolver sus dudas y, a partir de ahí, “transmitir el mensaje de que puede volver a pasar”.
Al margen de la información concreta sobre la pandemia, la prioridad es retomar la atención como se prestaba antes de la crisis sanitaria. “Hay que recuperar los meses perdidos y eso requiere dedicación y más tiempo. Algunos internos retoman ahora sus permisos y hacen falta más apoyos que nunca, poder incrementar la periodicidad de nuestras visitas, etc ”, afirman Inés y Laura.
Sobre sus sensaciones en el regreso al centro de Estremera, Inés y Laura explican que trabajar en este campo “implica que pongas la mirada en la persona, no en los posibles riesgos” y describen lo complicado que es restablecer la comunicación personal hablando con los internos a través de una mampara y con las mascarillas puestas, medidas de obligado cumplimiento para garantizar su seguridad sanitaria.