Plena Inclusión Madrid

“Los trabajadores sociales hemos tenido que reinventarnos por la COVID-19”

Los trabajadores sociales de las entidades tienen un incremento de trabajo por la COVID-19.

Hemos hablado con tres trabajadoras sociales para conocer su experiencia.
Estas trabajadoras son:

  • Elena Cabrero, de Astor-Inlade.
  • Laura González, de Down Madrid.
  • Marta Villar, de Cepri.

Creen que en la desescalada hay que potenciar la autonomía. También facilitar la conciliación laboral de las familia.

Más de dos meses después del inicio de la crisis sanitaria por la COVID-19 las necesidades de la población han cambiado y ha cobrado importancia un perfil profesional del que apenas se ha hablado y cuyo papel ha sido fundamental para los colectivos más vulnerables. Es el caso de los profesionales de atención social de las entidades que trabajan con personas con discapacidad intelectual o del desarrollo, que en la actualidad se encuentran  inmersos en la reorganización de sus tareas para afrontar los nuevos retos que están por llegar después de un periodo en el que han tenido que adaptar su labor a las nuevas circunstancias.

Elena Cabrero, de Astor-Inlade, asegura que la situación ha obligado a los profesionales a “reinventarse”. “Se han acercado a los recursos sociales familias que antes no lo habrían hecho nunca: familias en ERTE, autónomos que se han quedado sin ingresos, etc. Han pedido ayuda quienes en otros momentos no lo habrían hecho”, explica.

Al aumento de solicitudes de apoyo ha habido que sumar, además, las dificultades para solucionar los problemas de las familias en una situación de estado de alarma, con atención a distancia y muchos de los recursos públicos cerrados. “He tenido sensación de que no llego, que no puedo apoyarlas más porque no tengo los recursos a mi disposición”, reconoce Elena.

Por eso, los profesionales han tenido que sumar a sus tareas habituales un componente de apoyo emocional, que ha servido para reforzar sus vínculos con las familias. “Acompañar desde la distancia es complicado. Y el periodo ha sido difícil para todo el mundo, ha habido mucho miedo. Es lo que ha hecho que no hayamos tenido una relación tan de trabajador social-familia, sino de compartir, de cercanía. Una relación en la que las familias también me han llamado a mí para interesarse por nuestro estado”, añade Elena Cabrero.

Marta Villar, trabajadora social de Cepri, coincide con sus compañeras, todas ellas integrantes de la red de trabajadoras sociales de Plena Inclusión Madrid, en la sobrecarga de trabajo que le ha tocado asumir por la COVID-19. En el caso de su entidad, además, se ha visto agravada por la incidencia de la enfermedad en el servicio residencial que atiende a personas con trastorno del espectro autista (TEA) y grandes necesidades de apoyo. “En Semana Santa pasamos de tener dos positivos confirmados a 15 (hay un total de 17 personas). Muchos compañeros también estuvieron de baja y los que no lo estaban pasaron a atención directa para que siguiera funcionando el servicio”, explica.

En esta situación, ha dedicado largas jornadas de trabajo a atender por teléfono a las familias y a solventar trámites con la Administración para coordinar las ayudas: llegada de material, desinfección de las instalaciones, etc. Por eso, dice, la desescalada y todo el trabajo que pueda conllevar el regreso a la rutina no le da ya “tanto miedo”.

Preparación de menús y coordinación de voluntarios

El estado de alarma ha complicado también la coordinación con los servicios sociales de los municipios en los que se establece cada una de las entidades, servicios en ocasiones saturados y obligados a reconfigurar su actividad para poder desarrollarla mediante herramientas telemáticas. En este contexto, las entidades se han ayudado de otros movimientos, como iniciativas vecinales, organismos como la Fundación ONCE o el voluntariado para dar apoyo a las personas con discapacidad y a sus familias tanto dentro como fuera del domicilio.

En Astor-Inlade no dudaron en actuar por iniciativa propia cuando detectaron las dificultades económicas de algunas de sus familias. Realizaron varias compras, además de preparar menús en sus propias cocinas antes de trasladar estos casos críticos a Cruz Roja. En Cepri, por su parte, coordinaron a voluntarios para facilitar la conciliación laboral de las familias sin prescindir de los profesionales que requerían para mantener el servicio residencial. Además, solicitaron el apoyo del movimiento asociativo cuando necesitaron resolver dudas sobre asuntos jurídicos, medidas de prevención y seguridad.

Precisamente la necesidad de compaginar la actividad laboral y la atención a la persona con discapacidad intelectual o del desarrollo es el principal reto que se le presenta a las familias a partir de ahora, coinciden las trabajadoras sociales. Por una parte, por el sobrecoste que implica tener que contratar a un cuidador y por otra, porque los usuarios necesitan un profesional que para ellos sea “referente”.

“Al final, la solución es la búsqueda de apoyos en el entorno de la persona o empezar con apoyos y servicios más personalizados e individualizados. La conciliación es una asignatura pendiente en este país, se trate o no de hijos con discapacidad intelectual”, asegura Elena Cabrero.

Para Laura González, de Down Madrid, la solución es clara: “Autonomía, autonomía y autonomía”. “Las personas con discapacidad intelectual no pueden quedarse atrás porque no sepan utilizar un DNI electrónico o buscar una peluquería por internet”, afirma.

“Queremos dar un empuje a abandonar sobreprotección de familias, la lucha de siempre. Creemos que hacemos mejor trabajo por dejárselo todo machacado, pero luego surge una circunstancia como esta y se sienten perdidos, incluso emocionalmente”, explica.

La conciliación es una de las necesidades que pretende solventar el regreso a la actividad de los centros y recursos de las entidades, aunque es mucho más importante retomar la rutina, aclara Marta Villar. “Es por salud física, y también emocional. Tanto de los usuarios como de sus familias”, asegura, ya que después de tantas semanas de confinamiento comienzan a aparecer problemas de conducta. 

Esos mismos problemas de conducta han sido advertidos por otros profesionales, que recomiendan no esperar demasiado para acudir a servicios como la cartera de apoyos a familias de Plena Inclusión Madrid para evitar que la situación se agrave y sea mucho más difícil de reconducir. 

Sobre el futuro, las tres trabajadoras sociales coinciden en que lo afrontan, como la mayoría de españoles, con incertidumbre. Pero puntualizan que las familias a las que atienden lo comprenden perfectamente y que colaboran para ayudarles a reorganizar los servicios para el momento en el que sea posible retomar la actividad.

COMPARTE

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp