Las buenas comunidades hacen posibles las buenas vidas, comunidades y vidas que no sólo sean respetuosas con la diversidad, sino que sean capaces de integrarla como un valor.
Una buena comunidad es aquella en la que están integradas diferentes identidades, que da sentido de pertenencia a cada persona y, al mismo tiempo, lo hace sin que nadie quede excluido, sin dejar a nadie atrás.