Plena Inclusión Madrid

El llanto de Mar y el juego a todo de la ficción

Es la última sesión del proyecto. 

Mar salió llorando desconsolada. Ella manifestó un sentimiento que compartíamos todos. 

Ha sido una gran experiencia. Poco a poco habíamos plasmado todas nuestras ideas. 

Nos despedimos hasta septiembre. Nico dice que esta experiencia le ha cambiado la vida. 

Nosotros, los técnicos del proyecto, creemos que es un poco al contrario. Que son las personas con discapacidad quienes nos la han cambiado a nosotros. 

¡Última sesión! Se nos ha pasado volando. Recordamos el día previo al inicio, donde sin saber quiénes serían los y las participantes, pensábamos como afrontar el taller.

Ahora, estamos atravesados de vidas, todos y todas.

La imagen por excelencia de esta sesión y que no grabamos, es la de Mar llorando desconsolada y repentinamente y yéndose de la sesión con Chiara siguiéndola. Siempre hay alguien que en un colectivo nos hace el favor de concentrar en ella lo que sentimos todos, pero por diversos mecanismos no expresamos.

Mar volvió luego con Chiara y se animó. Era muy sencillo lo que le pasaba, lo que nos pasaba. Que sí, que es un taller más, que sí, pero es que estuvimos imaginando y construyendo juntos con materiales inflamables: imágenes, sonidos y emociones alojados en nuestro interior. No es poca cosa. Con la vida.

¡Una rana extraterrestre! Insistía Gloria como en cada una de las sesiones. ¡Yo quiero hacer una rana extraterrestre! No salió de su fijación. Como no salimos de nuestra fijación nadie, en general. Y así cada quien había sacado fuera su visión del amor, sus canciones sagradas, sus delirios, sus certezas, sus contradicciones, sus confusiones, sus emociones intensas, sus sueños, sus enojos, su belleza, su mejor o peor perfil.

Nuestros participantes jugaron a todo. Por eso Mar, es decir, nosotros, lloraba. Porque no hay muchos lugares que nos permitan “jugar a todo”. Y ya no habrían más jueves para volver a jugar. Como siempre, en la última sesión, hicimos el visionado, luego grabamos tres momentos cortos que creímos que íbamos a necesitar para ligar algunas cosas.

Finalmente, dedicamos un buen rato a dejarles decir delante de la cámara lo que quisieran sobre lo que habían vivido. Todos y todas quisieron salir. También a nosotros nos hicieron salir.

Al final, como muchísimas y muchísimas veces a lo largo de muchos años, recogíamos nuestras cosas como con cierto alivio de haber podido desarrollar el taller medianamente bien. Nos dimos abrazos. Nos despedimos hasta septiembre. Los técnicos habíamos cumplido más o menos. En la evaluación seguramente escribiremos con más objetividad sobre lo que ha pasado.

Se cierra el taller, otro taller pero quizá dos cosas quedan en lo más profundo de nosotros. Una es qué poco duran estos espacios. Jamás los hubiéramos conocido de no ser por Plena Inclusión Madrid y las personas que intentan que estos momentos existan. Esto recién empezaba a tomar ritmo. Pero hay que alegrarse de que se hizo, que la pasamos bien, que somos un poquito mejores quizá.

La segunda cosa que queda, es ese llanto de Mar que no nos atrevemos a llorar y ese grito de Nico, que cuando no tocaba aún la evaluación se puso a evaluar, en medio de los últimos debates sobre las escenas y dijo con contundencia: ¡es que a mi esta experiencia me ha cambiado la vida!

Seguramente no. Seguramente no le hemos posibilitado cambiarle la vida, pero al menos aquí entendió que podía jugar a todo y decir lo que se le plazca, porque lo respetaríamos.

Tenemos que agradecer a quienes trabajan hasta el agotamiento en los despachos de Plena Inclusión Madrid y las asociaciones que les dan apoyo y que a veces sin ser tan conscientes por el agobio de la rutina, son capaces de producir pequeños milagros que los disfrutamos nosotros, los que estamos en terreno haciendo estos talleres.

Un poco más tarde, cuando escribimos estas crónicas, más de una semana después, nuestros participantes siguen dentro nuestro activamente presentes y nos viene una duda muy simple. ¿No nos habrán cambiado un poco la vida ellos a nosotros?

Gerardo Tudurí y Chiara Digrandi, del colectivo Cine sin Autor
Proyecto Hazte Ver 
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