La Universidad Complutense ha publicado un estudio.
Este estudio demuestra que la danza es buena para las personas con discapacidad intelecutal.
Practicar danza, y otras artes, mejora la autonomía, la comunicación, las relaciones personales y la movilidad.
También contribuye a que el envejecimiento sea más lento y a que las personas tengan más confianza.
Una investigación de la Universidad Complutense de Madrid publicada en ‘Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social’ demuestra que el uso de la danza o las actividades artísticas como herramienta de intervención social es beneficioso cuando se trabaja con personas y/o grupos en situación de vulnerabilidad social.
Sus autoras, Esther Mercado, Cristina Merino y David González, aportan nuevos conocimientos sobre la influencia de las expresiones artísticas en personas con discapacidad intelectual ofreciendo hallazgos muestran los beneficios y el potencial de la danza en diferentes dimensiones de la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual. En concreto, evidencia que favorece el desarrollo de la autonomía, la autodeterminación, la expresión personal, la capacidad de comunicación, la socialización, la autoestima, la autoimagen, la movilidad y la cinestesia.
El estudio analiza y demuestra el impacto de la danza en el desarrollo personal y en concreto en las denominadas soft skills, al potenciar la disciplina, el esfuerzo, la autonomía, la autodeterminación, la motivación y el trabajo en equipo; y también al bienestar emocional, conllevando la ralentización de procesos de envejecimiento y aumentando la autoestima y la confianza. La danza, favorece además las relaciones interpersonales y la generación de contactos sociales positivos, así como la mejora de las relaciones familiares.
El estudio concluye por tanto el carácter integrador de la danza, y cómo el arte favorece la socialización, la autonomía, el desarrollo personal y la inclusión socia. Dimensiones todas, que contribuyen a la mejora de la calidad de vida de las personas.