Plena Inclusión Madrid

Crónica de la tercera etapa del proyecto de danza “Lo invencible”

Diario de sesiones #3
Residencias Espacio Convergente. Proyecto “Lo invencible”
Alba Fernández
Espacio creativo: Fundación Betesda

No hay nada más invencible que accionar, estar presente. Las personas del grupo de investigación llevan días practicando, entrenando con el cuerpo en torno a la identidad. Hemos puesto el foco sobre lo individual, la tensión entre “lo bueno” y “lo malo” de nosotras. Ocurre que existe una tendencia social hacia el buenismo, la postividad, el “estar bien”, la alegria, etc. Este discurso reduccionista nos limita mucho mental y físicamente. En nuestras sesiones, todos los sentimientos son bienvenidos, los observamos, dejamos que sucedan, los sostenemos entre todo el grupo. 

A veces, cuando una mueve el interior del cuerpo, como estamos accionando, aparecen sentimientos de tristeza, de rabia, de enfado, y es en esta tensión entre la superficie que mostramos y lo que escondemos dentro del cuerpo, en la que nos movemos.

Gracias a este proceso en el que todo lo que no nos gusta de nosotras también aflora, estamos pudiendo profundizar en el movimiento. 

¿Y cómo accedemos a aquello que nos gusta menos de nosotras? Mediante puntos de tensión, moviéndome entre lo cómodo y lo que no reconozco como mío, entre el movimiento fluido y el movimiento contraído, entre lo que me permiten y lo que me permito, moviéndome en mi espacio personal y en el espacio compartido, cambiando de plano en el espacio, cambiando bruscamente y por sorpresa gracias a la música o la voz de otra persona. Usando una canción entera para fabricar todo el ruido máximo que pueda para luego parar y escuchar el silencio, teniendo que hacer dos acciones a la vez, como es bailar y contar algo sobre mí a la vez.

Todo esto quiere decir que no bailamos por el mero hecho de producir un baile, sino que el baile de cada una es un manifiesto verídico de lo que es cada persona. Verdaderamente este baile no se puede explicar con palabras y por eso usamos, principalmente, el cuerpo.

Cuando en el grupo nos preguntamos qué siento al bailar, la respuesta vuelve a ser la esperada socialmente: “me siento bien”, “siento alegría”, pero la lectura cuando miramos a esa persona bailar es infinita más allá del bien y del mal.

También ha surgido otro debate necesario. Estamos acostumbradas, generalizando y salvando excepciones que cada vez son más comunes, a que un profesional llegue y nos diga dónde estamos y qué tenemos que hacer para producir algo. 

Responsables de nuestro propio cuerpo

En este espacio, este proyecto lo construimos entre Ángeles Cervera, Orlanda Gutiérrez, Jesús López, Gemma Calvo, Wilson Muñoz, Marta García, Marta Prol, Antonio Salgado, Pablo de las Casas, África Rodríguez, Eva Hernando, Milagros del Toro e Isabel Verdugo.

Todas absolutamente somos las responsables de nuestro propio manifiesto, de nuestro cuerpo y de lo que queramos mostrar.

Tratamos, todas las sesiones, de echar abajo la idea de que hemos venido a aprender Danza. Estamos aquí para aprender de nuestros cuerpos, para desmitificar la danza y usarla como llave, como herramienta para construir un cuerpo más grande que nosotras, uno que sostenga nuestra identidad, mientras cada una ocupa el hueco que le pertenece. Porque ese es el lugar que nos pertenece y del que nos responsabilizamos cada una en este proyecto artístico y, por extensión, en la sociedad.

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